Había una vez una cometa que volaba, volaba, volaba y volaba, pero sin ninguna dirección, sin ningún rumbo.
Esta cometa se sentía desorientada, esta cometa intuía que carecía de la clave, de lo más esencial y trascendental para su vuelo, y se percataba que le faltaba algo.
Y ese algo era un propósito, un objetivo, una motivación, algo que le brindara energía, impulso y entusiasmo para seguir volando pero esta vez con determinación, orientación, guía y rumbo.
Seguir volando junto a un sentido, una finalidad, una meta para poder volar tan alto, tan alto, tan alto, y así conocer el auténtico y legítimo significado de la verdad y la razón de la esencia de uno mismo.
Y es que a veces, caminamos por el sendero de la vida como si fuéramos COMETAS SIN METAS.
Volamos y volamos, sin tantear lo alto, alto, alto que podemos llegar a alcanzar.
Volamos y volamos, sin intentar lo alto, alto, alto que podemos llegar a ser.
Para todas aquellas cometas sin metas que poco a poco van haciendo de su vuelo, un vuelo con un rumbo, con intención.
Estas cometas que van alcanzando un motivo.
Gracias, cometas.