¿Trastorno o síndrome?

Desde mi experiencia, he podido observar que al igual que todos somos únicos, en las dificultades de aprendizaje cada rasgo, característica o patrón comportamental se presentan también de forma única. No vamos a encontrar dos disléxicos iguales, ni tampoco dos hiperactivos idénticos, ni dos autistas similares. Por eso, mi labor se centra en el propio alumno, en la persona en sí misma y no en la etiqueta que le hayan encasillado.

De igual modo, hay alumnos que sí presentan sin ninguna duda, dificultades de atención, hiperactividad, impulsividad, inconvenientes para organizar los hábitos y planificar la rutina, pero que afortunadamente disponen de las habilidades y destrezas necesarias para poder llevar una vida sin limitaciones. En cambio, hay otros alumnos que también presentan todas estas características pero que desafortunadamente no poseen estas habilidades y destrezas por lo que si no reciben ayuda, su vida será muy insostenible y muy caótica con el paso del tiempo.

De ahí, que sea crucial valorar si estos problemas de aprendizaje van a tener un impacto negativo y perjudicial para el día a día de estas personas. Ahí está la clave. Determinar si la persona va a necesitar de unas estrategias para poder tolerar sus dificultades en todos los ámbitos de la vida: académico, social, profesional, emocional y personal. Por todo ello, considero que debemos marcar dos rutas diferentes a la hora de iniciar el proceso de mejora con estos alumnos.

Un proceso de mejora que se hace a través de una orientación que guía al alumno durante su recorrido en el camino adecuado. Una de ellas sería, la ruta del trastorno. Estaremos en la ruta del trastorno si hay evidencias y es demostrable que el día a día de estos alumnos se torna bastante complicado de dirigir y muy inestable. Y la ruta del síndrome, estaríamos ante un conjunto de características evidentes pero que no se muestran perjudiciales para su existencia y estabilidad.