Hace unos días me preguntaba una madre: ¿Mi hijo está condenado a tomar las vitaminas durante toda su vida? Lo primero que sentí al escuchar estas palabras o por lo menos lo que la madre me hizo sentir: una percepción negativa y una carga emocional disonante sobre las vitaminas. Le contesté: Imagina que eres un comerciante que transporta provisiones en una barca porque en estos momentos es el único medio viable para que el pueblo quede abastecido. Pues bien, las provisiones son las vitaminas. La barca es el especialista que te las prescribe y el pueblo es tu hijo. Tú decides cómo van a ser transportadas esas provisiones. ¿Con seguridad y firmeza o con inseguridad y miedo?
