No es de extrañar que grandes genios de la historia hayan sido y siguen siendo disléxicos porque inevitablemente manejaban el procesamiento de la información de otra forma y su aprendizaje se tornaba a través de imágenes. Genios y artistas como: Albert Einstein, Thomas Edison, Leonardo Da Vinci, Shakespeare, Picasso, Agatha Christie, Tom Cruise, Robin Williams y Cher, entre otros.

Algunos destacan en actividades que requieren capacidad espacial. De ahí, que sus metas profesionales suelan ir encaminadas hacia trabajos como arquitecto, diseñador, escultor, dibujante y otros tantos porque su capacidad espacial les hace visualizar el “boceto” antes de empezar a crearlo. Capacidad que se genera gracias al pensamiento a través de imágenes.
En los disléxicos, este pensamiento mediante imágenes suele ser mucho más profundo y eficiente que el propio pensamiento verbal ya que una imagen puede poseer más significado que la propia palabra. Si se desarrolla y se incentiva este tipo de habilidad y/o destreza puede propiciar tanto una gran inteligencia como una gran creatividad.
Aunque no todo va a ser un “camino de rosas” ya que también suelen presentar serias dificultades en el aprendizaje; es importante, tener en cuenta que no todos los disléxicos poseen estas capacidades y que, en la medida de lo posible y para fomentar su autoestima, sería recomendable hacerle saber que posiblemente procesen la información de la misma manera que lo haría un genio.

Las dificultades en el aprendizaje se centran fundamentalmente en el déficit significativo y relevante que podemos observar en los procesos automatizados de la lectura, escritura y a veces, cálculo. Procesos, aparentemente sencillos desde nuestro parecer pero en realidad, esconden una gran variedad de recursos cognitivos: tanto atencionales, de memoria, motivación, como de percepción y de pensamiento.
También pueden tener dificultades en la coordinación motora (motricidad fina, equilibrio, lateralidad). comprensión (recepción, asimilación y acomodación de contenidos), comunicación y expresión verbal (estructuración del mensaje e ideas importantes), habilidades sociales y plano emocional-afectivo (expresión de sentimientos)…
Todo ello, necesitará de una detallada y exhaustiva evaluación y valoración para poder comenzar a elaborar, sin demora, la propuesta de intervención o propuesta de mejora. Intervención que ha de ser fiable y se ha de centrar en las áreas que demanden atención y tratamiento.
Se trabajará a partir del déficit pero no centrándonos en él, es decir, además de mejorar las dificultades también prevalecerá el desarrollo de otras capacidades y la toma de conciencia de sus propios límites. De igual modo, se fomentarán y se potenciarán tanto las habilidades como las destrezas y competencias ya adquiridas en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Para conseguir un mejor tratamiento, debemos localizar unos “puntos claves” que serán el eje del que partiremos para guiar y encauzar nuestra propuesta de intervención. Hemos de plantearnos las siguientes cuestiones:
– ¿Qué procesos presentan déficit en la identificación de palabras? (procesos automatizados de la lecto-escritura)
– ¿Qué predomina en la lectura: la ruta fonológica o visual? (conciencia fonológica)
– Si observamos que el alumno no aprende de la manera en que le enseñamos, hemos de plantearnos enseñarle como realmente él aprenda. De esta manera, casi siempre conseguiremos resultados a corto plazo.
Más adelante, veremos más orientaciones pedagógicas, estrategias de aprendizaje y pautas educativas para que los padres puedan involucrarse con más confianza y vayan llevando las “riendas” del asunto para que, entre todos, consigamos una intervención completa y competente.